sábado, 22 de diciembre de 2012

natalia litvinova











gómel

mi abuelo lo único que hacía era afeitarse y temblar
frente al televisor.

mi padre todas las mañanas se perdía en el campo,
transformado en un punto tridimensional de la nieve.

regresaba con una sonrisa mística en su rostro y nadie
sabía por qué.

en verano también esa misma sonrisa y frutillas
en sus manos, en primavera frambuesas.

la sonrisa de mi padre traía frutos maravillosos.

mi abuelo temblaba cada día más, su cabeza recaía
como mandolina y se erguía como un piano.

un día mi padre regresó con manzanas

mi abuelo dio con la clave del silencio.


*  *  *

no hay idioma que contenga

cada palabra
es piel de la nieve

una niña con una rama
escribe sobre ella

la nieve se derrite
la niña también.


*  *  *

sombra

no soy la mujer que corre
con monedas en los bolsillos
tengo las ideas rotas.
soy la que se detiene ante un árbol
y lo nombra en ruso
y se describe en su sombra.


*  *  *

exilio

no pertenezco a continente alguno,
podría ser: ausencia en cualquier pecho
ausencia en cualquier ojo
lengua de los desaparecidos;
o pájaro armándose alas.


Los cuatro poemas pertenecen al poemario Esteparia (Ediciones del dock, 2010)



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Natalia Litvinova (1986, Gómel – Bielorrusia)
Es poeta y traductora. Publicó Esteparia (Ediciones del dock, 2010), Balbuceo de la noche / Balbutiement de la nuit (plaqueta bilingüe – Melón editora, 2012), Grieta (Ediciones Gog y Magog, 2012), Cortes invisibles (antología - Editorial Letras de Cartón, 2012 - Chile) y Cartas de la locura (tríptico – editorial lisboa, 2012). Tradujo del ruso la antología  Rumbo a Karachay (Editora Casa Refugio Citlaltépetl, 2011 – México) de la poeta Shajriza Bogatyreva.

domingo, 16 de diciembre de 2012

stella díaz varín



Diálogo

Me preguntas
El pasado
Yo respondo
Mi esperanza
Cuando ves una hondonada
Entre dos rocas
Milenios de años la consignan
Ese es mi pasado
La oscura mirada
La oblicua sonrisa
Que atraviesa tu rostro
Esa mueca sideral
La imagen verdadera
En la esperanza
La vertiente donde abreva el hombre
Para encontrar su origen
Nostalgia de la luz
Círculo para fustigar
el corazón del hombre      La luz fija
en nuestra soledad consciente.
Si alguien se atreviera
A llegar hasta mi puerta
La certidumbre
Rompería en sollozos
Y ya no vendría nadie
Nadie desde el pasado.

*  *  *

Dos de noviembre

No quiero
que mis muertos descansen en paz
tienen la obligación
de estar presentes
vivientes en cada flor que me robo
a escondidas
al filo de la medianoche
cuando los vivos al borde del insomnio
juegan a los dados
y enhebran su amargura.
Los conmino a estar presentes
en cada pensamiento que desvelo.
No quiero que los míos
se me olviden bajo la tierra
los que allí los acostaron
no resolvieron la eternidad.
No quiero
que a mis muertos me los hundan
me los ignoren
me los hagan olvidar
aquí o allá
en cualquier hemisferio.
Los obligo a mis muertos
en su día.
Los descubro, los trasplanto
los desnudo
los llevo a la superficie
a flor de tierra
donde está esperándolos
el nido de la acústica.


Ambos poemas pertenecen al poemario Los dones previsibles (1992; Ediciones Periféricas, 2012).



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Estela Díaz Varín (1926, La Serena – 2006, Santiago)
Fue considerada como una de las poetas chilenas más importantes de la segunda mitad del siglo 20. Formó parte de la Generación del ´50 de Santiago. Tras el golpe militar de 1973 fue perseguida y sufrió en carne propia la represión y la marginalidad. Publicó los poemarios: Razón de mi ser (1973), Sinfonía del hombre fósil (1953), Tiempo, medida imaginaria (1959), Los dones previsibles (1992; Ediciones Periféricas, 2012), La arenera (1993) y De cuerpo presente (1999).

sábado, 8 de diciembre de 2012

marcelo díaz








Miles de años luz

La estrella más cercana
es un pájaro fuera de órbita
que choca contra la bóveda celeste
dejando restos de sombras.
La única metáfora que me queda:
“el pájaro abre su boca
y los sonidos se atascan en el poema”.

*

Entraba con nubes amarillas a casa
como quien vuelve de un viaje inútil.
En el monoblock, a cierta hora del día,
papá era un lunar
y me hacía señas de luces para que bajara a la playa.
Jamás hablamos del pájaro.

*

El pájaro golpea, es el último.
Las cenizas de una órbita común flotan en el aire.
El cielo es más espeso ahora
que cuando papá hacía señas de luces con el auto.

*

El pájaro abre su boca
y los sonidos se atascan en el poema.
“Yo no existo” pienso.
Luego escucho: “yo tampoco”
Papá murió hace años.



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Marcelo Daniel Díaz (1981, Río Cuarto)
Poeta, narrador, ensayista. Se licenció en Lengua y Literatura. Forma parte del consejo editorial de la revista de estudios literarios Borradores de la Universidad Nacional de Río Cuarto. Publicó el poemario La sombrilla de Wittgenstein (Cartografías Ediciones, 2009), el libro de relatos Los límites de Tlon (Cartografías Ediciones, 2009) (ambos premiados en el concurso provincial por esa misma editorial), el poemario Newton y yo (Editorial Nudista, 2011) y el ensayo La palabra y la acción: la máquina de enunciación K (EDUVIM Ediciones, 2012).