domingo, 11 de julio de 2010

maría josé moirón


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Camuflados por el deseo
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Nos pasamos toda la tarde escapando del puma. Íbamos por la ruta como hienas, riéndonos con aires de adolescencia. Él me agarraba de la mano y huíamos juntos del miedo. Yo me cansé de correr, así que nos escondimos entre los cañaverales que ocultan la elegancia de las estancias que hay por la zona. Él propuso desnudarnos, para poder camuflar nuestros cuerpos entre las cañas color piel . El calor de alguna manera lo aconsejaba, así que acepté. Los rayos del sol estaban en su mayor demostración de violencia, tocando mis hombros con confianza, causándome un hedor meloso. Al contrario de lo previsto, la temperatura fue incrementando a partir de que me saqué la bombacha. Él me ayudó con sus manos venosas, como si me tratase de una discapacitada. Luego la tiró lejos afirmando que no volvería a ser puesta. Al ritmo de la coreografía de las cañas, nos empezamos a palpar. Estábamos empapados de curiosidad, y la inocencia afloraba juguetona. Entre nuestros toqueteos brutos y desaforados, chocamos las cabezas. No dolió nada y él me dijo que me amaba. Aprovechamos el viento a favor para darnos el beso más fresco y suculento de todos los tiempos. Nos dio energías para comernos del todo, excusándonos con no dejarle nuestros cuerpos frágiles a las garras del puma.
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La mujer que colecciona plumas
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Esbelta y gran caminante, la mujer que colecciona plumas da pasos puntiagudos por una tierra seca y arenosa del oeste. Esto es en un campo, y los campos están llenos de liebres que se esconden y pocos ven. Sin embargo son algo que esta siempre ahí, de manera omnipresente, como un narrador testigo o como los murciélagos en los galpones viejos con olor a lifosato.
Además de las pobres liebres de las que nadie se acuerda, la acompañan los eucaliptos, de una dimensión imperial, quienes bailan guiados por la coreografía oleosa y agresiva que dicta el viento este día de tantos cúmulos chiquititos bailando por el cielo. La mujer que colecciona plumas aprendió ayer todos los tipos de nubes en Wikipedia, y ahora que se supo memorizar de forma impecable la clasificación completa, mira el cielo con más seguridad.
De la manera más barata posible, se hace la que está sola. Vuelve de ir a alimentar sus rosales y bañar las hojas en leche de coco. A esta distancia de la casa ya la puede observar el hombre, que se quedó cazando copetonas en el parque para hacerlas al escabeche y así tener algún motivo para festejar.
Mientras se esfuerza por simular ser la mujer más espléndida para el hombre y le dedica poses mal disimuladas, recibe un bonus ante sus ojos: un pájaro carpintero golpea su pico contra uno de los eucaliptos, y ella se alegra de haberlo visto antes de escuchar el repiqueteo constante contra ese tronco majestuoso que lo denunciaría cerca. Tiene que ir tras él, hay grandes esperanzas de conseguir hoy mismo una pluma de ese pecho rojizo para su colección de plumas. Ayer entró a Internet y se asoció a un grupo de amantes de aves en donde cada uno hace pública su colección. Hay algunos que llegan a sesenta y cinco especies diferentes de plumas, y ni una fue extraída directamente del pájaro. O quizás sí y nadie dice nada. Todo esto de amar las aves y andar robándole las plumas es evidentemente contradictorio. Pero las colecciones son obsesiones; y la obsesión da lugar al disparate. Así que comienza a seguirlo de manera sigilosa. Si consigue asustarlo desde bien cerca saldrá volando apresuradísimo y algo se desplumará. Estudia sus pasos, insegura. Sabe que nunca fue buena para lograr esas cosas.
En esos descuidos imprevistos que distraen su importancia personal, el hombre la observa. Trata de definir qué detuvo el paso de la mujer que colecciona plumas, con intenciones de protector con botas ajustadas. Ahora él necesita compartirle. Ella siempre esta sosteniendo con barrales de madera que el amor entre ellos nació desprolijo y por eso camina sobre una cuerda floja: es difícil encajar todos los días que pasan juntos dos personas que deciden mantenerse unidas.
No habían muchas posibilidades de que logre acercarse demasiado, pero efectivamente esta más cerca de lo que creía llegar. Le habrá tocado un carpintero tuerto o con ADD seguramente. Lo importante es que por primera vez, la mujer que colecciona plumas logra ser parte de la naturaleza y pasar desapercibida incluso ante algo tan despierto como un pájaro. Pero siente tanta culpa por su capricho, que se imagina ser un puma y estar a punto de tragarse de un solo bocado ese pecho rojo carmín. La culpa la hipnotiza y queda quieta, con hambre. Seguramente el pájaro también sienta el estómago vacío, y mientras taladra el tronco para extraer su alimento, la mujer que colecciona plumas intenta estropear su almuerzo como una maleducada. Y así, de repente, lo ve imposible. Tanta belleza en ese cuello que oscila resonando en el tronco creando melodías que despiertan gente, tanto color vivo. No entiende por qué la vida es una mezcla revuelta de condimentos agrios que hacen peligrar el encanto. Se siente de repente desbordada y le dan ganas de llorar, pero no las suficientes como para hacer agua salada en esos ojos chiquitos.
La mujer que colecciona plumas se aleja de la oscuridad de su plan y vuelve a caminar hacia la casa, en puntas de pie, realizando una pieza de baile que no ahuyente al pájaro y la haga sentirse peor de lo que está. Logra con éxito el plan de escape pero ella ya no camina igual. Quizás no camine nunca como antes.
Otra vez envuelta entre los eucaliptos, escucha un tiro. Se da vuelta a mirar y el pájaro carpintero yace en la sombra del tronco. Se queda quieta siguiendo con sus ojos al hombre, que camina hasta al ave moribunda, quien sigue pidiendo su comida bajo el velo de sus movimientos reflejo. Él va y le arranca la pluma. Es siempre igual. Una puntería impecable para dar con lo que a ella le importa. Y así, vuelven los pasos puntiagudos, caminando por la misma tierra seca, todo lleno de liebres que no están.
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María José Moirón (1985, Buenos Aires)
Majo estudió Guión en la Universidad del Cine y realizó su primer cortometraje en el año 2005 titulado No me importa la muerte de koalas. Trabajó como asistente de guión hasta el 2007, año en el que decidió pasarse a la literatura. Adeptos y administradores de Huesía esperan ansiosos la publicación de su primer librito de micro relatos poéticos.

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